jueves, 7 de mayo de 2009

La polinización sajona del primer apellido

En una de estas últimas noches y escasas de insomnio, al sintonizar un pequeño transitor de OM y FM una de las emsioras catalanas, me llamó poderosamente la atención lo que a continuación les voy a contar. La locutora en su afán de presentar a todos los contertulios con sus nombres y apellidos, hizo gala no se sabe muy bien si de su contagio polinizador -propio del mundo vegetal- o de su acervo inflacionista hasta en las identidades de los allí presentes. No se podía alegar tampoco que fueran turistas, cuando fue pasando lista uno por uno con tan solo el primer apellido, supuestamente el paternal.
¿Dónde está la ley de igualdad y la ministra española de dicha cartera sin protestar a esas horas de la madrugada ? Hay derecho que se succione intencionadamente lo que empieza a ser una pandemia extendida sin vacuna patentada por muchos ámbitos de la vida social española: presentar a fulanito o venganito con el nombre de pila y/o su primer apellido, omitiendo a propósito el segundo maternal ?
Yo creía y me sentía muy orgulloso contarlo a cuantos extranjeros se hacían un lio con los míos y sus extrañas entonaciones, que éramos una de las escasas estirpes en Europa y casi en el mundo, que los individuos podían conservar sus 2 apellidos: el paterno y el materno, incluso cuando contraen matrimonio, evitando como en otros muchos, muchos países anglosajes- que el de la esposa terminara diluyéndose nada más salir del altar. El machismo hispano, que tantos ríos de tinta han fluido y siguen corriendo entre nuestros vecinos, resulta que es aún más pronunciado en todos aquellos Estados donde la mujer acepta cambiar su identidad natural absorbiendo - tras la Opa casamentera- el apellido, el primer y único apellido del esposo, marido o cónyuge.
Pues en España parece, que pese a la Ministra de Igualdad, las desigualdades no hormonales sino de tintes presentativos, pueden traer serias consecuencias a largo plazo.... De continuar polinizándonos con el protocolo sajón y omitiendo el segundo apellido (en ocasiones más singular y atractivo que el primero), corremos el riesgo de padecer los efectos desvastadores de otras culturas foráneas: que la identidad genealógica de la mujer sea mancillada, polinizada y desvirgada por acción antropológica y costumbril del hombre, volando al oscuro sideral hasta que ni Dios sea capaz de seguirle el rastro llevado por el viento.
Siempre queda el pasatiempo digital del genoma humano o de aquellos programas gratuitos de instalar desde internet, para re-com-po-ner tus acestros desde tiempos inmemoriables de Maria Castaña.
Yo por si acaso no me ampara la razón y alguna "miembra" de ejecutivo español no desee asistirme, firmaré con al menos los dos apellidos del bautismo.